Los candevelares en La Algaba son una tradición que se remonta a tiempos muy lejanos. Se celebran el día 7 de diciembre al anochecer, víspera del día de la Inmaculada. Se cree que el inicio puede estar en velar alrededor de una candela (candela-velar) mientras se esperaban noticias sobre el dogma de la Purísima Concepción. El proceso es el siguiente: los vecinos (sobre todo niños) de cada barrio amontonan la mayor cantidad de leña de cualquier origen (antiguamente procedía principalmente de los rastrojos del campo) rematada por un júa (muñeco de trapo relleno de paja). Cuando la luz del día va desapareciendo se prende fuego, alrededor del cual se cantan villancicos y se toman dulces. Los vecinos permanecen en el lugar hasta que se apaga la candela. Antiguamente, las brasas las cogían para alimentar las “copas” (braseros) de las casas esa noche. Cada vez hay menos candevelares debido al asfaltado de las calles y la falta de transmisión de padres a hijos. Los que se hacen se colocan a las afueras del pueblo. También se ha perdido la rivalidad que había entre los barrios por la que se procuraba que la altura del candevelar propio fuera superior a la de los demás, utilizando cualquier método, desde la sustracción de leña hasta quemar el ajeno. Por ello los niños montaban guardia para vigilar y no sufrir ningún percance.
Es curioso comprobar que en la Sierra de Aracena algunos pueblos tienen esta tradición el mismo día 7 de diciembre.
También son los niños los que forman las hogueras y van al campo por la leña y las hojas secas de castaños para hacer los rehiletes (las hojas se insertan en ramas de olivo y cuando se les ha prendido fuego se giran en el aire para crear un efecto luminoso). Así mismo se cree que tiene un origen religioso.